Las perdí.
O mejor dicho, alteré su lógico orden
hasta que nada tuvo sentido.
Mejor dicho,
alteré su hegemónico orden,
tan dominante que no ubico alternativa.
Alternativa, quiero decir,
a cada circunstancia
en el día a día.
O no. Alternativa a todo el completo,
pero dando respuesta concreta
a cada consecuencia.
Da igual,
el hecho es que las perdí.
Perdí a la vez
la valentía, los principios
-que en esta ocasión son lo mismo-
y las lágrimas.
La norma me enseñó
que lo correcto era llorar,
debí haber reaccionado antes.
No hice nada.
Sencillamente cobardía,
pero no alivio.
O al revés,
no lo tengo muy claro.
Me siento mal y bien.
Mejor dicho,
me siento mal por sentirme bien,
por no estar hecha una mierda,
por sentir la sonrisa
en abrazos oscuros.
La correcto sería estar mal
y sé que tendré que explicarme,
justificarme.
Sé que no debería hacerlo.
Y sé que lo haré.
Quizá, ya lo haya hecho.
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