Y atreverme
a hablar,
a no
tragarme las lágrimas.
Ser capaz de
contar
esas cosas
de las que no hablo.
Darles voz
sería convertir los monstruos
en reales
sacarles del
oscuro estómago
donde se han
hecho fuertes,
invitarles a
invadir
ese mundo
que protejo.
Esos abrazos
que no
quiero que conozcan,
para que no
huyan.
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