Entre los trece y los catorce años
me enamoré,
como nunca antes
y para siempre,
cinco o seis veces
-el resto fueron simples caprichos pasajeros-.
De los quince a los dieciocho
llegué a enamorarme
dos veces del mismo chico;
hace unos meses le vi
y él no quería haberme visto.
No me apetece tener que arrepentirme
de cada locura amatoria
de mi adolescencia,
ahora todo es más sencillo y tranquilo,
pero cómo echo de menos los subidones.
2 comentarios :
Por lo menos has evolucionado...
Yo permanezco atascado...
Con corazon de quinceañero...
Ya con veinticuatro febreros...
Mirar para atrás y arrepentirse, de lo que hizo esa otra persona que fuimos, nos dice que seguimos vivos.
Un saludo.
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