Hay días en los que nada sale bien
y lo sabes antes de levantarte,
que se romperá todo en lo que has invertido esfuerzo
como un castillo de naipes bajo el asfalto,
que no podrás culpar a nadie
porque tú eres la única responsable
de no proteger las cartas.
Lo peor de todo, el día siguiente.
No habrá mejorado nada
y quedarán por barrer los destrozos.
Ya lo dice la Ley:
si algo puede salir mal,
saldrá peor.
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