Hace ya unos años
que por tres o cuatro días
fui incapaz de recordar
en número secreto de mi tarjeta.
Eternas lágrimas de horas,
incontrolables, inexplicables,
de una tristeza que no entendí
de un cansancio que aún arrastro
de esos kilos que siempre pierdo.
Ya había olvidado lo que duelen las miradas.
Tus reproches sangran
porque te crees de otro bando
y no querrás entenderme.
Siguen las trampas
que sigo sin entender
porque yo sigo sin hacerlas.
Ya había olvidado lo que duelen las miradas.
Por suerte, aún quedan problemas
que se arreglan
cuando una amiga te presta 40€.
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