Quizá no me creas si te cuento
que escribo estos versos junto a una copa de vino.
Compruebo que el teléfono está en perfecto estado,
si no suena
es porque tú no llamas.
Qué patética resulta esta escena
ahora que le pongo palabras.
Me he levando seis veces hoy
dispuesta a limpiar los baños,
otras tantas me he vuelto sentar
frente a esta pantalla.
Sigues si llamar
y no sé desde cuándo
dejaron de importarte
mi soledad y otras tonterías.
Por primera vez en mi vida
aún no te he contado
quien me acaricia el dorso de la mano.
Es posible que ya no quieras creerme
pero te echo de menos.
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