13.6.08


Este miércoles le dieron a mi padre, Nino Olmeda, el premio Periodista Parlamentario con motivo del 25 aniversario de la Asamblea de Madrid. El premio era compartido con María José Escalera, pero entended que aquí hable únicamente de él.

Durante su discurso, muy en su estilo, agradeciendo y dando caña simultáneamente, agradeció a la Mesa que, esta vez, no se hubiera equivocado. También tuvo ocasión de hacer una chiste sobre las cuotas reconociendo que habían otorgado el premio a una mujer y un cojo, pero periodistas de los buenos. Sobre ese tema, las cuotas, la superación más allá de las barreras recordaba la historia que más de una vez me ha contado mi abuela.

Mi padre tuvo la polio de pequeño y así se quedo, cojo para toda la vida. Destrozao´ como dice mi padre en alguna ocasión. Desde entonces, durante mucho tiempo, mi abuela tenía un deseo: que mi padre se muriera antes que ella. Eran otros tiempos, otra forma de amar, otra educación. ¿Quién iba a educar a un cojo? ¿Quién iba a contratarle? ¿Qué mujer le querría? Desde hace muchos años ya no piensa así mi abuela, quien se siente tremendamente orgullosa de su hijo que, con muletas a cuestas, se ha ganado el cariño y el respeto de la gente.

¿Quién pensaría hace 40 años que un cojo podría tener una profesión? ¿Quién pensaría además que iba a ser reconocido entre los mejores?

Por ello, toda mi admiración a mi padre.

También dedicó parte del discurso a hablar de mi hermana y de mí. Y en ese momento escuché el piropo más bello que jamás me han dedicado. Dijo que éramos sus muletas. Sus muletas. Quienes no hayáis convivido con una discapacidad física (vuestra o de alguien cercano) igual no sabéis la fuerza que llega a tener tal afirmación. Sus muletas. Su punto de agarre, su modo de avance, su soporte permanente,... Sus muletas.

Por ello, todo mi amor a mi padre.

Le dedicó entre lágrimas el premio a su maestro, a quien le enseñó a luchar y no a rendirse nunca. A su padre, mi abuelo, que falleció hace casi un año.

Por ello, todo mi apoyo a mi padre.

Finalmente acabó de agradecer el premio con unas consignas que no suele ser normal oír en un acto institucional: ¡Viva la libertad de expresión! ¡Viva la libertad de pensamiento! ¡Viva la libertad hasta para equivocarnos!

Por ello, toda mi lucha junto a mi padre.

No me queda más que darle la razón a mi padre: Esta vez, la Asamblea ha acertado.





3 comentarios :

Curro Corrales dijo...

Por no hablar de lo guapa y radiante que ibas, y por la cara de desbordante ilusión que tu padre va a tener durante algún tiempo más (ayer le vi y lo noté:-))

Un besote, reguapa, y enhorabuena por ser tan buena muleta y mejor hija y mejor amiga

RGAlmazán dijo...

Mi admiración para tu padre y un beso para tí.
De raza le viene al galgo. Tu también eres cañera.

Salud y República

Gracchus Babeuf dijo...

Mis felicitaciones, y un abrazo fraterno para los dos.