Un barco amarrado
es barco al fin y al cabo.
No le quemes nunca,
quizá únicamente cuando ya huela
a podrido,
cuando sepas que no volverás
a montar en él
aunque esté el muelle abandonado.
La prohibición de quemar las naves
te salvará de más de un apuro.
1 comentario :
Sin embargo la cuenta del amarre te puede salir cara.
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