En un aeropuerto
de nuestras islas
una mujer podría morirse,
lentamente de hambre.
Se llama Aminetu y es saharaui.
Unos pocos pueden evitarlo.
Nosotros tenemos la obligación de convencerles.
Tenemos potentes armas:
La avergonzante memoria
de quien abandonó a un pueblo,
a su muerte.
La creencia de que los derechos
han de ser para todos,
no sólo para el rico o el petrolero.
Nuestras voces.
Se llama Aminetu y es saharaui.
Nuestro gobierno no hace nada.
No hacer nada es ser complice.
Se llama Aminetu y es saharaui.
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