En el instituto me enfada a menudo,
no soporté que me dictaran los apuntes.
Eso, para los niños pequeños.
Ahora,
a punto de acabar la carrera,
empiezo a asumirlo.
Me siguen dictando
pero yo no voy a clase.
Me preguntan verdadero o falso
y nuestros juegos de beso, verdad o atrevimiento
(que abandonamos ya hace mucho)
me parecen más adultos
que muchos de mis apuntes.
Me gustaría decir que aprendí psicología.
Si quiero ser sincera,
debo indicar que sólo aprendí
a marcar la casilla correcta.
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