sólo quedó el odio.
Quisimos creer en la alegría
de su muerte.
Abrimos botellas de sidra,
e incluso alguna de cava.
Llevaban semanas esperando.
Lloramos durante el funeral
pensando en el gran momento que era.
Nos equivocamos:
no quisimos su muerte,
tan sólo un juicio justo.
Una vez hubo muerto
sólo quedó el odio.
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