17.9.05

Anochece en la Plaza de España. Oigo a dos viejecitos portugueses hablando de las enfermedades. Oigo los pitidos de la policía intentando, sin éxito, organizar el tráfico. Oigo ese tráfico caótico que invade Madrid.
Pero si agudizo un poco más el oido, únicamente existe el agua de la fuente, iluminada, cayendo.