24.12.20

 
En mi casa disfrutamos las tradiciones.
Torrijas en semana santa,
el árbol por la constitución,
beber, y mucho, el día de la virgen,
sopa de almendras en nochevieja
e insultar al rey durante el discurso.
Es importante, creemos, respetar
costumbres que nos convierten en pueblo.
Y hay que agradecer el esfuerzo del monarca.
Podría estar perfectamente disfrutando de riquezas
que dentro de 40 años sabremos que tiene.
En cambio, por su compromiso con nosotros, sus súbditos,
año tras año sale a mentirnos
para que en estas entrañables fechas
nos sentemos relajados a la mesa familiar.
Aprendió de su padre.

6.12.20

Comienza la Navidad

En primer lugar hay que subirse al altillo y encontrar todas sus piezas. En mi caso, hay una caja grande y otras más pequeñas que se han ido poniendo de una en una en años alternos sin tiempo luego para organizarlo bien. Las abuelas siempre tienen una caja de galletas redonda porque ellas bien saben que no existe nada que no pueda organizarse en cajas de galletas.

Una vez en el suelo con casi todas las partes -una ley universal provoca que siempre, al menos una pequeña bolsa se esconda-, lo sencillo es encontrar el árbol y lo difícil recordar cómo se ensamblaban las piezas. Por suerte, tras unos minutos descubrirás que es de sentido común y ya toca empezar a decorarlo con objetos inconexos que has recopilados durante años en diversas tiendas de chinos. Únicamente hay tres formas de disponer el espumillón y los muñecos o simples bolas colgantes: una, desde arriba; dos, desde abajo finalizando ceremoniosamente con la estrella superior o el símil que se dé en tu familia; o tres, con niños. En este último caso, la decoración habrá finalizado única y exclusivamente cuando todos y cada uno de los muñecos cuelguen del árbol. En cualquiera de los tres supuestos, no dejas de preguntarte en qué momento has acumulado tanto trasto y te prometes no comprar ninguno más. Comienza la Navidad.